Por Edmundo Font
Cuando llegué a la la CDMX para inscribirme en la UNAM frecuenté mucho Chimalistac. No lejos de allí vivía mi novia, Coral. Con ella íbamos mucho a la librería Gandhi y veíamos jugar ajedrez a un hombre que podríamos calificar de “campechano” y que resultó ser Mauricio Achar, su dueño. Nosotros tomábamos café y comprábamos poco. El exiguo salario que ganaba como redactor en el INBA no alcanzaba para mucho. Un día, ese hombre de sonrisa generosa, mesándose la barba dio a entrada a una amistad que se prolongaría durante varias décadas (llegó a firmar como testigo en mi último matrimonio, décadas después).
Una tarde, Mauricio me pidió que lo acompañara a negociar una “fórmula secreta” con algunas editoriales, en concreto con Siglo XXI. Presencié la jugada maestra de un vendedor de ilusiones. —Si ustedes me permiten dar un descuento significativo, yo sacrifico mis ganancias—. Así, más o menos, nació una nueva política empresarial en una de las más célebres librerías del continente.
Podrá haber otras versiones, pero contaré la que Mauricio me dijo una noche en que fuimos a ver “El Gorila”, monólogo adaptado por Jodorowsky, basado en Kafka, y a cargo del inmenso actor que fue Narciso Busquets. Ya en la taquería donde discutíamos sobre la obra, le pregunté porqué se había metido a librero, él, un hombre cuya familia producía pinturas industriales exitosamente. Mauricio, divertido, afirmó: —Cuando hice psicoanálisis, tratamos oblicuamente el tema de la toxicidad de los materiales; ello me dejó mala conciencia y le dije a mi padre, adelántame la herencia, pondré una librería—. Su papá le respondió que él no conocía ese giro y que ademas no era un gran lector. —Si, pero contrataré a Raúl, el vendedor que más conoce del tema en el país—. Así, a grandes rasgos, habría surgido un imperio que sus hijos, Pepe y Emilio, a quienes conocí de niños, han ampliado en la capital y en otras 20 ciudades de la república, llegando a abrir más de 43 “Gandhi”. Y más, contando con 300 puntos de venta en diversos supermercados y tiendas departamentales.
Mauricio fue un mago al que le encantaba la prestidigitación. En el techo, encima de su escritorio un ilusionista le había dejado pegada una carta de la fortuna. Una relación de años, de intensa amistad no se condensa, pero debo recordar que lo animé a abrir su último local y fue en Acapulco. Conseguí apoyo con las autoridades locales y “Gandhi-Colorines” se instaló en el Centro de Convenciones. Tristemente, Mauricio se nos fue para siempre semanas antes de que inauguráramos, pero esos entretelones serán para otra ocasión.

El equipo de fundadores de BOOKXCESS, con el embajador Font, en Malasia
II
En mi largo recorrido por librerías en el mundo, Malasia, último país donde pasé varios años, me dio la mayor sorpresa; y tiene que ver con la experiencia de “Gandhi”. Me deparé, en centros comerciales asiáticos que no se comparan en lujo y en dimensiones con ningún otro, con la cadena de librerías, BookXcess —más de cien millones de libros vendidos—. Lugares bellos y cómodos con un dechado de diseño arquitectónico; frecuentadas, en su mayoría, por jóvenes. Allí, la mayoría de los libros se exponen con la portada de frente, no de canto. Y gozan de ambientes ecológicos, jardines, luces especiales, y riachuelos orientales de piedra, separando las secciones. Las sucursales buscan dotarse de pianos que los clientes tocan, además de contar con galerías, cafés y restaurantes. BookXcess sostiene alianzas con más de 20 de las grandes editoriales del mundo, entre ellas Penguin Random House y Harper Collins.
El lujo mayor no lo representa la enorme inversión que reflejan las superficies, si no lo accesible en que han convertido la adquisición de volúmenes. Así como Mauricio Achar se echó de enemigos a otros libreros, abatiendo precios, y permitiendo que los pránganas estudiantes leyéramos más, Jacquelin Ng y Andrew Yap, han logrado abaratar millones de ejemplares para niños, de arte, literatura, política, etc. En Europa o en Estados Unidos, esos mismos volúmenes, se venden por tres o cuatro veces su valor.
Lo anterior propició que gracias a una amistad basada en la admiración que tengo por una empresa pionera en la vertiente cultural, cuyo lema es “CAMBIAR EL MUNDO LIBRO A LIBRO”, apoye el desembarco en México de una de una de sus prestigiadas ferias; con el lúdico nombre del GRAN LOBO MALO. “Big Bad Wolf Books” (https://drive.google.com/drive/mobile/folders/1KCBaDwOBt1W5HY7A0hVJIysTAB3JoaKN) se ha presentado ya en 56 ciudades de 17 países: Indonesia, Filipinas, Tailandia, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Corea del Sur, Myanmar, Taiwán, Sri Lanka, Camboya, Hong Kong, Egipto y Singapur.
Así que bienvenida sea toda iniciativa que ponga el libro de papel a precios razonables en manos que construirán el futuro de conocimiento, placer y sabiduría que se requiere, y más, en estos aciagos tiempos.