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Por Edmundo Font

“…viajar me parece un ejercicio provechoso. El alma está en continuo ejercicio observando cosas desconocidas y nuevas; y no conozco mejor escuela, como lo he dicho a menudo, para dar forma a la vida que proponerle incesantemente la diversidad de tantas otras vidas, otras ideas y otras costumbres…”. 

MONTAIGNE

Un día, de otros años, comiendo con mi esposa en “Le Chez Henrri” en el barrio latino, hojeaba un volumen sobre los atelieres de Francis Bacon El vecino de mesa reparó en ello y profirió un elogio a la edición, dando pié para hablar de la magna exposición que  entonces se dedicaba al portentoso pintor inglés en la “Tate Gallery” de Londres. De allí, a que Jon-Kåre Schultz terminara compartiendo su Saint Emilion, fue solo una cosa de segundos. A los pocos, ya sabíamos que se trataba de un brillante y gran arquitecto noruego residenciado en París y que guardaba una particular fascinación por la arquitectura mexicana, desde los prodigiosos vestigios mayas, a los predios de Barragán. A la media hora del diálogo ya nos había invitado a una cena en su piso de la calle del Dragón, a espaldas de la Brasserie Lilas. 

Jon-Kåre cultivaba tanto su pasión por los vinos que acababa de convertirse en caballero de la cofradía de los “Tastevin”, y a los dos días ya destapaba para nosotros unas botellas de blancos excepcionales para acompañar un tesoro gastronómico: un salmón pescado 24 horas antes en Oslo y ahumado entre leña de ginebro; huelga decir que ha sido el más extraordinario plato del género. Todo ello rematado por quesos y panes de antología. Jon y su compañera invitaron a compartir la ocasión a una ministra consejera de una embajada nórdica y a una ex enviada cultural, Sonja Uppman, que desempeñó un importante papel solidario durante el golpe de estado en Chile, junto a su esposo, también arquitecto y hombre de extrema sensibilidad, Ragnar Uppman, quien fue revelando su brillante conversación a partir de una marcada discreción inicial. La noche terminó conversando entre almohadones sobre la alfombra. Allí desdobló Jon-Kåre Schultz un mapa gigantesco de Europa y de África y nos detalló una bellísima aventura, llevada a cabo al concluir sus estudios de arquitectura, entre octubre de 1969 y abril de 1970. En dos carros ya míticos del diseño contemporáneo, los llamados “dos caballos” de Peugeot (2CV) dos parejas de amigos jóvenes recorrieron 30,000 kilómetros en busca de la tribu Dogón en Mali. El grupo de exploradores, sin saberlo, estaba abriendo camino al gran pintor Miquel Barceló; el célebre artista mallorquín establecería allí, 20 años más tarde, el taller donde se retiraba, seis meses al año, del mundanal ruido de sus estudios en Paris y Nueva York.  

El arriesgado viaje de estudios de nuestro admirado nuevo amigo lo llevó a recorrer con espíritu Vikingo el periplo Noruega-Suecia-Dinamarca-Alemania-Francia-España-Marruecos-Argelia-Mali-Volta Superior-Niger-Túnez-Libya-Italia-Austria-Alemania-Dinamarca-Suecia-Noruega, recogiendo testimonios valiosos que agrupó bajo el nombre de algo muy parecido a una fórmula de alquimia: “½ AR PA 2 m2” . Algunas revistas de la época reseñaron la odisea y he visto un reportaje que se antoja un montaje: en el aparece el espejismo de dos hermosas mujeres entre las dunas perfectas, a la sombra de palmeras de un oasis en medio de ninguna parte. Tal vez y sin saberlo, en la misma ruta final del autor del Principito, piloteando la noche de África. 

Edmundo Font, embajador mexicano, es poeta y pintor; durante 50 años sirvió en países de 4 continentes. Aquí su columna «Palabra de Embajador» en Zona Zero.

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