Skip to main content

Por Ulises Castellanos

El pasado fin de semana, la Fundación Elena Poniatowska se llenó de vida y creatividad durante el bazar fotográfico que se realizó en colaboración estrecha con los pioneros del BEF, un evento que reunió a 40 talentosos fotógrafos y atrajo a más de 1,000 asistentes.

Entre risas, miradas curiosas y el intercambio de historias detrás de cada imagen, el espacio se transformó en un punto de encuentro para amantes de la fotografía y la cultura. La energía vibrante y el entusiasmo de los participantes reflejaron el poder de la imagen para unir a la comunidad y celebrar la diversidad de miradas.

Este éxito no solo se mide en números, sino en la inspiración y lazos que se crearon entre artistas, fotógrafos y público en general. Sin duda, el bazar fotográfico se consolida como una experiencia inolvidable y un referente cultural para la ciudad.

Todos los participantes aprendimos de nuestros colegas y sumamos experiencia y entusiasmo que se notaba desde que abrimos las puertas del bazar. En medio de cajas, marcos, fotos, tazas, bolsas, playeras, libros y piezas irrepetibles, durante más de 16 hrs de ese fin de semana, no parábamos de conversar con la gente y con otros colegas que llegaron a saludaros llenos de curiosidad por esta nueva aventura.

En 16 mesas se colocaron cientos y cientos de historias en imágenes de todo tipo, arte contemporáneo, retratos, fotografía documental y periodística, abstracción y paisaje. Todos los asistentes que fueron a ofrecer su trabajo, vendieron obra suficiente para cubrir los gastos y adicionalmente obtener una interesante utilidad que rebasó la expectativa de la mayoría gracias a la gente que llegó para adquirir fotografía en diversos formatos. Fue una fiesta para la imagen.

Durante el bazar fotográfico en la Fundación Elena Poniatowska surgieron historias emotivas que reflejaron la conexión entre los asistentes y los fotógrafos. Muchos visitantes aprovecharon la oportunidad para conversar directamente con los autores de las imágenes, preguntando sobre el origen de cada fotografía y las historias personales detrás de ellas. Este acercamiento permitió que el público no solo admirara las obras, sino que también se llevara consigo relatos y emociones compartidas por los propios creadores. Además de una decena de conferencias y presentaciones que se llevaron a cabo simultáneamente con lleno total.

El evento se convirtió en un espacio donde se cruzaron miradas, anécdotas y experiencias: algunos asistentes encontraron imágenes que les recordaron momentos importantes de su vida, como el terremoto de la Ciudad de México en 1985 o el desastre del huracán Otis, mientras que otros descubrieron nuevas perspectivas sobre la ciudad y la identidad mexicana a través de los ojos de otros artistas. Además, la posibilidad de adquirir piezas firmadas, libros y objetos únicos generó encuentros significativos, como el de coleccionistas que por primera vez pudieron conocer en persona a sus fotógrafos favoritos y compartir anécdotas sobre su pasión por la fotografía.

Aquí Gabriel Figueroa, con Francisco Mata e Isaías Romero

La atmósfera estuvo marcada por la emoción de ver reunidas tantas miradas distintas en un solo lugar, y por la gratitud de los fotógrafos al sentir el reconocimiento y el interés genuino de quienes se acercaron a conocer su trabajo.

Incluso al final, ya cerrando el domingo varios de nosotros intercambiamos piezas con nuestros colegas y eso se convirtió en una celebración al talento compartido, maravillosa.

Algunas imágenes destacaron por su carga emocional y significado personal porque actúan como reflejo profundo de las emociones, experiencias y memorias tanto del fotógrafo como del espectador. La fotografía tiene la capacidad de viajar directo a nuestro sistema límbico, donde se procesan las emociones, permitiéndonos recordar momentos significativos y transformadores de nuestra vida.

Además, cada imagen es una interpretación única por la forma de mirar del autor: su cultura, intereses y estados de ánimo, lo que convierte a la fotografía en un autorretrato emocional y personal. 

Por otro lado, las fotografías funcionan como «signos vitales» que fortalecen el sentido de identidad y pertenencia, generando un vínculo afectivo que conecta a las personas con lugares, momentos y comunidades. 

No me alcanza este espacio para agradecer individualmente a los visitantes y colegas que participaron en este ejercicio por su tiempo, entrega y pasión puestas en torno a la fotografía; pero me detengo un momento para agradecer al equipo de la Fundación por su apoyo y trabajo en la organización y por supuesto al trio de locos (Triple AAA) que fueron los pioneros del Bazar Espacio Fotográfico y que desde Centrina desataron esta furia. Gracias Arturo, Alejandro y Alan por su confianza y colaboración para que este bazar fuera un éxito rotundo. Y ya ni qué decir del impresor y comisario Antonio Ruíz que con su empresa Potencial Digital nos apoyó en todo.

Y finalmente, a la talentosa norteña, Rain Meza que con sus manos, experiencia y dedicación alimentó durante dos días a decenas de fotógrafos y asistentes que probaron sus deliciosos sándwiches, burritos y taquitos de chicharrón entre otras delicias. Viva el sabor del Norte, caray.

Nos veremos pronto.

Share via