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Era 1985. La Ciudad de México despertaba entre escombros, polvo y sirenas. Aquella mañana el rugido de la tierra me arrancó del sueño: primero un zumbido grave, como si el suelo respirara con furia, después los tronidos de las paredes y los gritos de mis vecinos mezclados con plegarias desesperadas. Recuerdo haber saltado de la cama, temblando no solo por el movimiento, sino por ese frío repentino que impone el miedo. Apenas tuve tiempo de ponerme los pantalones, cuando ya sabía —sin entender cómo— que algo irreparable había sucedido.

Salí a la calle y lo que vi se convirtió en una cicatriz en la memoria: edificios enteros derrumbados, columnas de humo, autos aplastados, gente corriendo en todas direcciones buscando entre montañas de piedra y polvo a sus seres queridos. Ese 19 de septiembre de 1985, a las 7:19 de la mañana, un sismo de magnitud 8.1 redujo a ruinas a gran parte de la capital.

En esos primeros días se hablaba de 10,000 muertos, aunque con el tiempo se supo que la cifra podría ser mayor; se presume que entre 20,000 y 25,000 personas perdieron la vida, más de 30,000 quedaron heridas y cientos de miles lo perdieron todo. La ciudad quedó marcada: hospitales, escuelas, oficinas y viviendas colapsaron en cuestión de segundos.

Han pasado 40 años y todavía me duele el recuerdo. A pesar del horror, conservo también la memoria de una ciudad que no se rindió: hombres y mujeres comunes cavando con las manos, brigadas improvisadas levantando piedras, gente compartiendo agua, pan y esperanza. Entre la destrucción nació una fuerza inesperada: la solidaridad.

Hoy, cuatro décadas después, cierro los ojos y vuelvo a escuchar ese rugido profundo. Pero también escucho las voces que se unieron para no dejar morir a la ciudad. Yo estuve ahí, y sé que nada volvió a ser igual.

En cosa de dos minutos habían colapsado más de 200 edificios, el multifamiliar Juárez estaba destruido en un 40% y el edificio Nuevo León de Tlatelolco había colapsado.

En los primeros minutos de aquella mañana de terror, la antena principal de Televisa Chapultepec ya estaba en el pavimento, los muertos en aquella televisora se contaban por decenas, estaban fuera del aire; la telefonía se cayó por completo. El transporte público se dislocó por completo, la gente caminaba sobre Insurgentes y Eje Central en todas direcciones. El Hotel Regis era un escombro.

Yo era un estudiante de fotografía y cursaba el último año de prepa. Tardé tres días en regresar a casa y ese día decidí ser fotoperiodista. En ese contexto de destrucción y dolor colectivos, me quedó claro que hacer foto documental, era lo que quería para registrar y dar testimonio del dolor ajeno y ponerlo en página, cuando ser fotógrafo y estar en medios era relevante.

En aquella época, las estrellas de la lente ya eran Pedro Valtierra, Marco Antonio Cruz y Francisco Mata entre otros. En aquel tiempo, obvio no había redes, la inmediatez no se imponía a la precisión y hacer las cosas con sensibilidad y profundidad eran valores del periodismo de entonces.

Yo no trabajaba para nadie, mis propias fotos las vi días después, sin embargo en cada disparo poníamos harto esmero y atención. Ahí aprendí el valor de la solidaridad, de la precisión, la síntesis y otros factores relativos al trabajo documental. 

De ahí se derivó una carrera que hoy cumple cuatro décadas, y que me llevó por el mundo en distintos conflictos sociales y desastres del planeta. De ahí la importancia de ese primer momento fundacional en mi persona y mi desarrollo profesional.

Por cierto, en este contexto, es muy extraño que casi ninguna institución o colectivo haya organizado nada para conmemorar estos 40 años de supervivencia colectiva. Por ahí, una expo con dos fotógrafos y más nada.

Por ello es un gusto, atender la invitación de un querido colega, el buen Héctor García Sánchez, fotoperiodista de Reforma y heredero del enorme legado del fotógrafo y maestro Héctor García, quién a nombre de su madre María García y la Fundación que ella dirige, presentan la mejor colección de imágenes que se organizó para este aniversario. 

La cita es el próximo sábado 27 de septiembre al medio día en Cumbres de Maltrata 581, en la alcaldía Benito Juárez de la Ciudad de México, sede de la Fundación María y Hector García. Allá nos veremos. 

Estos son los fotógrafos que expondremos en una semana, a 40 años del terremoto:

Gustavo Camacho, Ulises Castellanos, Rogelio Cuéllar, Marco Antonio Cruz, Gustavo Durán, Gloria Frausto, Andrés Garay, Héctor García, Francisco Mata, Elsa Medina, Alejandro Sánchez Mociños, Jairo M Santos, Bob Schalkwijk, Sergio Toledano, Antonio Turok, Pedro Tzontémoc, Pedro Valtierra, Paulo Vidales, Jesús Villaseca, Enrique Villaseñor y una selección del Museo Archivo de la Fotografía.

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