Por Raciel Rivas
Fueron quizás un par de cafés lo que nos llevó a descubrir la coincidencia con Chris Marker. Chloé Tabaras (Dijon, Francia, 1988) quien lleva en México más de un lustro, me dijo en alguna ocasión que tenía muchas fotografías las cuales no había podido inventariar, una camarada suya y persona para mi muy querida en común, ofreció mi “labor arqueológica de la imagen” de inmediato aquella tarde como si el ocio de aquella reunión fuera una constante cotidiana para mi. Debo confesar que esa proposición fue risueña y sobre todo alentadora por la curiosidad que me generó conocer el trabajo de Chloé, dada su plática aquella tarde, que iba y venía alrededor de sus viajes por el mundo. Yo siempre he sido un defensor de que la vagancia es una virtud, y esa virtuosidad que descubría a través de su plática me llevó a aceptar la propuesta de nuestra compañera, a aventurarme en la arqueología visual del trabajo de Chloé Tabaras.
Después de varios recorridos “analógicos” por sus viajes, y conversaciones en torno a Chris Marker, no pudimos evitar quedarnos inmersos en un mundo en particular: Islandia. El carácter desolador e inhóspito de estas tierras tan sui generis y tan lejanas, nos hizo al final de varios recorridos detenernos y quedar varados por ahí, frente a un glaciar, detrás de una gélida colina, o bien, sumergido en el ardor (con apariencia helada) de un géiser, del que ella misma cuenta es ardiente en contraposición del arrasador invierno.
Luego entonces, “Inmemoria”. Inmemoria pareciera un neologismo del cineasta y filósofo Chris Marker -paisano de Chloé, es decir, francés-. que apunta a este intersticio del tiempo donde la memoria ya no llega. La memoria se pierde en este ir y devenir del que nunca para. Por ello, hacer un homenaje a estos intersticios nos pareció interesante. Las fotografías de Islandia de Chloé nos dejan además ver aquello que el día de hoy al escribir estas líneas (con toda certeza) ya no existe. Los paisajes también cambian. Nada permanece, ¿o bien se han quedado también en algún intersticio del tiempo donde la memoria ya no llega? El recuerdo aparece, entonces, para desvanecerse en un instante, así como los icebergs fotografiados por la fotógrafa francesa, que quedaron registrados a través de su lente, pero ya no podrán volver a existir.
Esta muestra exhibida en Casa UC (Av México #200) estará hasta el 6 de octubre de 11:00 a 18:00 horas. Es la primera de la artista en México. Es su primer solo show. Ojalá puedan internarse en los recovecos de la memoria del paisaje que Chloé nos ha traído desde Islandia. Llegar hasta allá no ha sido una tarea fácil, tenganlo por seguro, ya no digamos llegar desde allá. Cruzar la CDMX tampoco lo es, pero tomemos el valor que alguna vez tomó Chloé.

-Texto curatorial-
Chloé Tabaras: inmemoria
“Con sus cuatro dromedarios Don Pedro d´ Alfarrobeira
recorrió el mundo y lo admiró. Hizo lo que yo quisiera hacer,
si tuviera cuatro dromedarios”
Chris Marker. Si yo tuviera cuatro dromedarios.
Del poema de Guillaume Apollinaire.
Desplazarse no solo es una necesidad, es un impulso irremediable de la condición humana, tal parece. Más que un acto antropológico, el desplazamiento puede entenderse como una metáfora del pensamiento mismo. Al igual que el movimiento físico, pensar implica abandonar lo fijo, lo ya establecido y dado. Chris Marker en su filme Si yo tuviera cuatro dromedarios advierte que quisiera recorrer el mundo entero si él tuviera cuatro dromedarios, al igual que Don Pedro de Alfarrobeira, personaje portugués legendario por sus inagotables viajes, que inspiró a sí mismo al poeta Guillaume Apollinaire.
¿Por qué viajar? ¿Por qué rodar por el mundo? Más aún, rodar y fotografiarlo. El instinto nómada, nos dice Deleuze, es una estrategia de resistencia, de creación de líneas de fuga para evitar las estructuras de poder dominante, y habitar el mundo más allá del intento de poseerlo. El o la nómada, nos dice el pensador francés, “distribuye el espacio, no lo ocupa; lo habita, lo inventa”.
Chloé Tabaras, muy al estilo de Chris Marker, ha recorrido mesetas y paisajes en un ir y venir sin puntos específicos, pero sí con trazos que culminan en trayectos. Trayectos de la memoria, propiamente dicho, a través de su mirada fotográfica. Pensar como nómada es asumir la impermanencia, y Chloé Tabaras sabe que un paisaje visto una vez, no volverá a ser el mismo la siguiente ocasión que se le vuelva a ver. Todo puede cambiar. Luego entonces, visiones inauidtas de mundos para muchas y muchos -me incluyo- aún desconocidos, que muy probablemente ya no volverán a ser los mismos.
El instinto nómada de Chloé la ha llevado a habitar la impermanencia de lugares como Islandia, para dejarnos trazos de la memoria cargados de historias, política y afectos. Memoria sin aires de grandeza, sin estructuras dominantes, sin “m” mayúscula, una memoria siguiendo a Chris Marker como territorio en movimiento, como un trazo del tiempo, arqueología de la emoción personal y colectiva, donde las imágenes son trazos de ese nomadismo que resguardan aquello que aún pervive, aún habiendo sido transformado, olvidado o ni siquiera percibido.
Raciel Rivas
Raciel Rivas es un nuevo colaborador de Zona Zero y le damos la bienvenida a su primer texto con nosotros.
Nació en Tehuantepec, Oaxaca en 1990.
Es filósofo y curador. Ha colaborado en museos de México como el Museo Nacional de Arte, el Museo del Palacio de Bellas Artes. Y ha desarrollado exposiciones y proyectos culturales a nivel internacional en España, Francia, Alemania, Cuba, Indonesia, Tailandia y Vietnam.
