Por Edmundo Font
Dos poetas universales. El nuestro, premioNobel de literatura, es conocido en lo que llamamos occidente; el malayo, considerado como el más destacado poeta —y pintor— de su país, ha roto con el silencio que avasalla a tanto creador del Sudeste asiático. Su hazaña, al dominar el aleman y traducir al Bahasa la obra de Goethe, le ha hecho objeto de estudios de académicos europeos, pero nadie le conocía en México.

Su formidable pintura ha corrido mejor suerte. Es el único artista de su país que ha expuesto en el Centro Pompidou de Paris. Y además, quien visita las prodigiosas torres Petronas en Kuala Lumpur (las gemelas más altas del mundo) constata su brillante vertiente de escultor. Dos de sus obras se encuentran a la entrada de las mismas.
Durante mis años en Malasia tuve la ocasión de acercarme a esa gran figura. No fue fácil. Viajé hasta la isla de Penang para reunirme con el poeta y pintor de apariencia tímida, de trato humilde, y reacio a los encuentros sociales. El café que nos tomamos en un hotel cercano a su playa, frente a Sumatra, me abrió las puertas de una entrañable amistad, que tristemente la distancia ha interrumpido.
El primer encuentro detonó una bella empresa literaria. Latiff me preguntó sobre Octavio Paz y cuando le réferi mis contactos con nuestro poeta, él se entusiasmó y derivó en un proyecto que solo la limitación burocrática —dificultad para la autorización de los derechos de autor— impidió multiplicar, en más de 5 ejemplares fuera de comercio, una edición ilustrada y encuadernada a mano, en papel muy fino.
Esta es la corta historia de un bellísimo prototipo de ejemplar que se convirtió en un alto momento, por partida doble:
1.- Octavio Paz fue traducido por primera vez al Bahasa Melayu, por quien traduce también a Goethe y a Rilke. Ese idioma lo hablan más de 200 millones en el mundo, aunque hay diferencias con la lengua de Indonesia.
2.- Por la generosidad y el privilegio que me concedió Latiff Mohidin —quien solo ha publicado dos libros en inglés— para traducirle al castellano.
Nuestro trabajo unió a dos talentos que se dan la mano por el hondo calado de su inspiración y por temas compartidos a través de una excelsa visión del mundo y de la vida; y para mi, representó descubrir un universo poético. Con sensibilidad semejante a la de nuestro Nobel de Literatura, Latiff Mohidin señala el rumbo hacia “dos jardines”, que el propio paz cultivó: Oriente y Occidente.
Mis versiones de Latiff Mohidin han sido hechas desde la fascinación por un autor que cuenta, a su vez, con los dotes de un brillante artista plástico —disciplina que tanto amó Paz— y por tanto, también, con la entrega y el rigor de quien además de realizar una rigurosa propuesta literaria, ha tendido puentes con cánones excepcionales.
Nuestra pasajera edición, repito, con zancadillas de ceguera burocrática, ahonda un instante en la obra de Latiff Mohidin, y ojalá un día se convierta en una publicación donde surjan las 21 hojas de un árbol de belleza poética en nuestro país. Aquí dejo un breve ejemplo del influjo del hinduismo en la sociedad de Malasia, fascinación de Paz tambien:
MÁSCARA O MI NOMBRE ES RAMAWANA
Por Latiff Mohidin
Y entonces vivimos felices
hasta que una noche
cuando se enclipsó la luna
yo, Seri Rama me liberé del abrazo
de Sita Devi
en el país encantado
y volví a la tierra
en el momento en que descubrí
el cúmulo de máscaras de Rawana
todas deshechas
y observándolas, una a una
hallé mi propio rostro
como si estuviera mirándome
en lo profundo de un espejo
