(Primera parte)
Por Edmundo Font
Poesía, no esoterismo, ó entonces, alguna clase de magia sin truco barato, ni prestidigitación. Ello sería uno de los componentes del azar literario; y de algunos encuentros fortuitos que he vivido. También de aproximaciones con “la mujer amada”; del tipo flechazo deslumbrante del personaje de la “Maga” —nunca mejor dicho— con Oliveira, en Rayuela. Cortázar, por cierto, en “Octaedro” revela un mundo paralelo de lo fortuito amoroso que exploró hasta el hartazgo el surrealismo. Los ocho relatos del Cronopio mayor fueron para mi una suerte de manual; me animé y puse en practica recetas amorosas basadas en una moneda que tirada al aire, busca la señal, y sigue lo que le indique “águila o el sol”.
Hablando ya de Oliverio Girondo, ese otro argentino de universal valía, pero olvidado, no me queda duda del influjo que propició en Cortázar y que éste convirtió en deslumbrantes juegos verbales.
La primera vez que supe de Girondo fue durante una tarde de domingo, a las faldas del volcán de San Salvador, durante mi primer puesto diplomático. Leía ensayos de “La Máscara, la Transparencia” de Guillermo Sucre, publicado por “Monte Ávila”, en el que se estudiaba la obra del escritor que le habría quitado una novia a Borges. Me quedé tan intrigado de su dimensión vanguardista, que quise dar de inmediato con un ejemplar de la obra del lúdico poeta.

GIRONDO CON SU GRANDE AMOR, NORAH LANGE, PRIMA DE BORGES, A QUIEN DECEPCIONÓ
La primera busca, en la tienda de un venerable anciano alemán que mantenía la utopía de seguir vendiendo libros, resultó infructuosa. Proseguí, desalentado, rumbo a la librería de la universidad nacional de San Salvador, que había dirigido el poeta Roberto Armijo, protegido de la esposa del presidente Mitterand, durante su exilio en París. —no olvidaré nunca algunas madrugadas, entre gatos y licores, que pase en su piso de Montmartre, bebiendo con jóvenes guerrilleros salvadoreños, después encumbrados en el poder—.
Saber que Armijo, de sólidos intereses intelectuales había sido responsable de los fondos editoriales de la universidad, representó un hilo de esperanza. Me trasladé hasta el destartalado “galpón” que albergaba miles de volúmenes, sin orden alguno. No quise preguntarle al encargado. Asumí la pesquisa como si fuera un safari personal. Recorrí los estrechos pasillos, antes de claudicar. De pronto, alcé la mirada hacia la última fila de los gabinetes metálicos oxidados que hacían las veces de libreros. Yacía allí, abandonado, un único ejemplar de las obras completas de Girondo, publicado por Losada en 1968.
La reacción fue de pasmo. No fue fácil ni lógica, la caza bibliográfica a un autor de culto, con ediciones agotadas. Ufano, divulgo una hazaña que atribuyo a leyes no escritas de los destinos librescos. Si hubiera un tribunal laico para calificar milagros, ya tendría más de los tres elementales del derecho canónico.

II
Y como una muestra del ingenio de Girondo, copio su incursión erótica:
Poema 12, de la “Masmédula”
Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehúyen, se evaden y se entregan.