“La poesía es pintura muda: la pintura, poesía ciega”
Leonardo Da Vinci
“Entré a la diplomacia por la puerta de la poesía y no quisiera salir de ella, por la puerta de la burocracia”, frase atribuible, más o menos así, a don Jaime Torres Bodet. La leí hace años —no localizo la fuente— pero “Se non è vero è ben trovato”, podría yo decir. Sobre todo, para enfocar episodios de una vertiente personal mía, tras casi 50 años de pertenecer al Servicio Exterior de México.
Durante esa larga entrega a la defensa de los intereses del país, habiendo sido ascendido como embajador a los 36 años, logré congeniar con mi trabajo, primero, mi escritura de poemas y de traducciones; y luego, mi incursión autodidacta en la pintura. De allí que me considere un poeta que pinta.
Las tareas encomendadas, que rindieron frutos, consiguieron hacer amigos para México en Centro y Sudamérica, Medio Oriente, Europa, el Subcontinente Indio y el Sudeste Asiático. En Algunos países me sumergí en sus idiomas, nociones de cultura milenaria, relaciones políticas, y lazos fraternales con intelectuales de la talla del Nobel Derek Walcott; o de singular amistad con figuras entrañables de la academia, la creación literaria, cinematográfica, pictórica.
El elenco de los nombres de figuras notables que tuve ocasión de tratar es largo y está ocupando el registro memorioso de la trama de una novela que me permita tratar de borrar las fronteras entre impresiones subjetivas y mucho olvido. Basta mencionar que en un ejercicio de crónica, con más de una década de publicar periódicamente en diarios de varios países, he ido refiriendo hechos significativos de una sugestiva experiencia profesional, a varias bandas.

II
NOTICIA —con breves reflexiones—: este 29 de agosto de 2025 expondré una retrospectiva de 22 años de pintura, proveniente de 50 exposiciones individuales (con obra en el acervo de 6 museos, en 3 continentes). Fernando Pessoa afirmaba que la biografía de un poeta era su obra. Y lo creo también así de quien muestra su trabajo y se expone a la mirada de los demás. Me refiero a WORKING PROGRESS, exposición de más de 250 obras de gran formato, telas murales e instalaciones, montadas en el formidable ESPACIO CULTURAL METROPOLITANO. Se me aceptó una propuesta muy ambiciosa y se me ha concedido organizar una inmensa exposición en los vestíbulos de sus dos teatros y en los muros y techos de todas sus galerías. Agradezco la generosidad de la Alcaldesa de Tampico, Mónica Villarreal, y de la Directora Mariana Moctezuma.
Lo mío se puede ver como un despliegue único, por el profuso número de obras, y por un amplio abanico de temas enfocados en múltiples series, que van del desnudo al autorretrato; del paisaje al homenaje iconográfico de grandes genios del arte del siglo veinte, como Picasso y Francis Bacon. Con ecos del arte del hinduismo y de Grecia Clásica, de Courbet, Walcott, Rauschemberg o Baselitz, pasando por el tratamiento en imágenes del “Barco Ebrio de Rimbaud”; de Diónysos y Ulises, y de valores iconográficos de la tradición Aymara y Quechua de Bolivia. Además de la iconografía que dediqué durante el Centenario de la Revolución, a Zapata—Villa.

III
DATO: la Retrospectiva se abre en el vestíbulo principal del teatro del Espacio Cultural Metropolitano, con un homenaje a la isla de Santa Lucía, y al Premio Nobel de Literatura, el gran poeta, dramaturgo y pintor, Derek Walcott, quien escribió este texto sobre mi trabajo:
“…Un Embajador es un tipo gordo que anda por tu país, a quien le dieron el puesto como favor pagado tras una victoria electoral y que no tiene ni la más mínima idea del idioma, sin mencionar las costumbres, especialmente si es americano; a veces puede tratarse de una mujer, pero no se dice «Embajadora», siempre queda en masculino singular. No he conocido a muchos embajadores. Uno de los que traté era brasileño y también pintor, al estilo de Mondrian: muchos cuadrados multicolores.
Edmundo Font es nuestro embajador de México y como la mayoría de los embajadores es un tipo agradable (imagino que así deben serlo), pero también es un pintor considerablemente talentoso que ama mi isla genuinamente y que pinta con lo que solo puede llamarse: un decente frenesí. El embajador trabaja en acrílicos, un medio por el cual tengo un estúpido desdén, aunque mi hijo lo usa también; pero allí está lo que ellos llamaban el origen de esas grandes y vigorosas telas.
El Señor Font es un mexicano y como cualquier buen artista, agota y dramatiza los clichés históricos de su país. Tiene retratos vigorosos que rinden homenaje a personajes como Emiliano Zapata; pinturas frenéticas, excitables pero efectivas del Día de los Muertos con calaveras totémicas e inmensos sombreros, hechas con pintura que suele verterse sobre las superficies y luego trabajadas y apuradas con pinceladas lineales para indicar dibujos más cercanos a los grafitis que a la academia.
Tras su reciente llegada, llevamos al embajador y a su esposa a Cas En Bas, esa salvaje y preciosa playa en la costa atlántica y el embajador enloqueció y produjo grandes lienzos de esa escena con una pasión devoradora. Lo más fuerte de estos lienzos es el amor por el lugar, mismo que él trata de reverenciar vehemente y repetidamente. La energía, dignidad e incluso poder del embajador son sobrecogedores. Ha hecho otras series sobre — ¿qué más?—. Los «Pitones», es una serie incluso más poderosa que las series de Cas En Bas: deberíamos todos estar contentos de que él esté entre nosotros y de que la crónica de su estadía haya sido tan fenomenalmente productiva. Desde luego yo he escrito esto desde la amistad así como desde el respeto. ¿Por qué sino perdería mi tiempo? …”.
DEREK WALCOTT
