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Por Diana Juárez

¿Cómo medimos el éxito? Para mi mamá, la respuesta es clara: por la cantidad de dinero que se gana al mes. Ella es contadora, hábil y muy dedicada. Su trabajo en el ámbito de los negocios se mide en clientes, horas facturadas y cantidades producidas. Cada minuto de su tiempo tiene un valor económico.

En mi caso, elegí dedicarme a la academia. He dado clases a pesar de que el pago por hora sea similar al costo de un café moka latte venti de Starbucks o de un viaje en Uber desde mi casa a la universidad donde imparto clases.

También he dedicado incontables horas, días y noches, a escribir para sumar puntos en mi currículum. Cuando mi madre me pregunta: «¿Y cuánto te van a pagar?», al principio me tomaba tiempo explicarle que era parte de un proceso para obtener puntos y así aspirar a ser candidata del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Sin embargo, este programa enfrenta incertidumbre, ya que se busca eliminarlo de las universidades privadas bajo el argumento de que estas instituciones cuentan con presupuestos altos y cobran colegiaturas elevadas. Se asume que el personal docente y los estudiantes pertenecen a la misma clase social, aunque muchos profesores deambulamos entre universidades públicas y privadas.

De hecho, según datos del INEGI, solo el 1.2% de la población mexicana tiene un doctorado. A pesar de ser una proporción baja, las oportunidades laborales que remuneren este esfuerzo y conocimiento son limitadas. Según el portal Glassdoor, el sueldo promedio para quienes cuentan con este grado académico es de apenas 18,409 pesos mensuales.

En 2024, Mario Delgado Carrillo, titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), anunció un aumento del 3.6% al presupuesto educativo a nivel nacional. Sin embargo, la situación para los egresados de doctorados sigue siendo precaria. Incluso el año pasado vivimos un susto cuando la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) fue una de las instituciones afectadas por recortes presupuestales. Afortunadamente, esta situación se corrigió, y la UAM quedó incluida en el plan de aumento presupuestal del 3.5%.

A pesar de ello, conseguir un lugar estable en la academia sigue siendo un reto. Las plazas son limitadas y, en su mayoría, son de medio tiempo o por asignatura, lo que implica trabajos temporales. Muchas veces, dependemos de que se abra una materia o surja una oportunidad. Por eso, mi madre me sugirió: «¿Y si eres asistente? Podrías tener un sueldo fijo, prestaciones y ganar más que ahora.»

Esa es la pregunta que me ha rondado desde inicios de este año: ¿Y si soy asistente?

Aquí tendremos la colaboración de Diana Juárez cada semana, con lo que importa de la narrativa feminista.

Foto de Sam McNamara en Unsplash

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