Redacción
La reciente aclamación de la Cámara Nacional de Comercio Servicios y Turismo (Canaco) de la Ciudad de México hacia la Estrategia de Atención y Prevención del delito de extorsión presentada por el gobierno es, sin duda, un intento por mostrar apoyo a una medida necesaria. Sin embargo, es crucial examinar en profundidad si estas nuevas estrategias realmente abordarán el cáncer delictivo que representa la extorsión en nuestra sociedad.
Si bien es alentador escuchar que se establecen medidas de protección para las víctimas, no podemos dejar de lado el hecho de que las promesas sin acción concreta son solo palabras vacías. La extorsión ha crecido desmesuradamente en los últimos años, afectando tanto a pequeños comerciantes como a grandes empresas. La retórica gubernamental puede sonar bien, pero ¿cuántas veces hemos visto planes similares fracasar en su implementación?
Es fundamental que Canaco y otras organizaciones empresariales no solo celebren estas iniciativas, sino que también exijan resultados tangibles. La lucha contra la extorsión requiere un compromiso real y sostenido por parte del gobierno para erradicar este problema profundamente arraigado. Aplaudir cada nuevo anuncio sin cuestionar su eficacia podría ser simplemente una forma de ignorar los problemas subyacentes que afectan gravemente al comercio y a la seguridad ciudadana.
La reciente iniciativa presentada por la jefa de Gobierno y el secretario de Seguridad Ciudadana, que propone la formación de colectivos o redes comunitarias para combatir la extorsión y otros delitos, plantea más preguntas que respuestas. Si bien el objetivo es loable, es crucial cuestionar la efectividad de este enfoque en un contexto donde la extorsión se ha convertido en un verdadero cáncer delictivo que afecta a diversos sectores de la sociedad.
Formar redes comunitarias puede sonar atractivo en teoría; sin embargo, la implementación enfrenta múltiples desafíos. La confianza entre los ciudadanos y las autoridades ha sido erosionada, lo cual podría dificultar que las personas se sientan cómodas compartiendo información sobre actividades delictivas. Además, existe el riesgo de que estas redes sean cooptadas por los mismos grupos criminales a los que pretenden combatir.
Es vital analizar si esta estrategia realmente abordará las raíces del problema o si es simplemente una medida superficial destinada a generar una sensación de seguridad. La extorsión no solo es un problema de comunicación; es un sistema arraigado en factores socioeconómicos complejos que requieren soluciones integrales y no solo iniciativas aisladas.
Exacto «Es vital analizar si esta estrategia realmente abordará las raíces del problema o si es simplemente una medida superficial destinada a generar una sensación de seguridad.»