Por Ulises Castellanos
Para John Berger, la fotografía no surge simplemente como una prolongación del dibujo o del grabado, sino que tiene su raíz más profunda en la memoria humana. “La imagen fotográfica actúa como un certificado temporal: un testigo que confirma la existencia de un instante específico en el tiempo.” Así, la fotografía se entiende no solo como reproducción visual, sino como un vínculo tangible entre el pasado y el presente, una forma de preservar y reafirmar recuerdos que de otro modo se desvanecerían. En este sentido, la memoria es el verdadero antecedente que otorga sentido y valor a la imagen fotográfica.
«Ver para otros» desde mi punto de vista sugiere que la fotografía no es solo un acto personal de mirar, sino una forma de resguardar y compartir memoria. El ojo que observa convierte instantes íntimos en imágenes colectivas, testimonios que otros podrán recordar aun sin haber estado presentes. Fotografiar es entonces un gesto de mediación: mirar con atención para entregar a los demás una huella de lo vivido, un puente entre el recuerdo individual y la memoria común.
Es por ello que titulé mi próxima exposición en el Teatro de la Paz de San Luis Potosí, como “Ver para otros” inspirado también en un texto que Vicente Leñero me regaló para una publicación nacional allá por el año 2000.
Leñero escribió en aquel entonces: “Se ha llegado a entender, sobre todo, que el fotógrafo de prensa no es un simple disparaclics, sino también, como el hombre del lápiz, un auténtico reportero. Debe serlo, y la toma de conciencia del fotógrafo en calidad de periodista es elemento clave para que esta transformación de los modos de trabajar tenga los buenos resultados que la profesión merece.”

La fotografía trasciende el acto mecánico de presionar un obturador. En su esencia más profunda, constituye una forma de ver para otros, un acto de testimonio que convierte la mirada individual en memoria colectiva.
Cuando nosotros documentamos lo que vemos, no solo capturamos un instante específico; la mirada se convierte en el ojo que ve por aquellos que no estuvieron presentes, por quienes vendrán después, por quienes necesitan recordar. La fotografía se erige así como soporte de la memoria, un puente temporal que permite conjugar el «esto ha sido» barthesiano en el presente continuo del recuerdo.
Ver para otros implica una responsabilidad ética fundamental. El fotógrafo documental asume el rol de testigo visual, documentando no únicamente lo que es noticia, sino aquellas realidades que suelen ser ignoradas. Esta mirada no es neutral: instala una perspectiva subjetiva, un punto de vista particular que busca sensibilizar y dar opinión a través de las imágenes.
La fuerza testimonial de nuestras fotografías, radica en su capacidad de hacer presente lo ausente. Como señalaba Susan Sontag, «la memoria congela los cuadros; su unidad fundamental es la imagen individual». En una era de sobrecarga informativa, la fotografía ofrece un medio compacto de memorizar y comprender, funcionando como una cita visual que pervive en el tiempo.


Las imágenes fotográficas resultan ser testimonio de la entidad y de la existencia real de aquellos sujetos que, a través de su representación visual, apelan al compromiso moral de quienes observan. Esta función testimonial adquiere particular relevancia en contextos de violencia, conflicto o injusticia social, donde la fotografía se constituye en evidencia irrefutable de acontecimientos que no deben ser olvidados.
Es por lo anterior, que en esta ocasión, presento una breve colección de lo que hice en el terremoto de 1985, cuando rondaba los 17 años de edad. Pero también damos un salto cuántico en tecnología, incorporando a la exposición, imágenes que hice con drone del Huracán Otis en 2023. Y obvio también compartiré mis imágenes clásicas del EZLN, Marcos, y el desastre de las torres gemelas entre otros temas.
Ver para otros significa también preservar la memoria histórica y colectiva de los pueblos. La fotografía documental acompaña los procesos históricos como visualidad constitutiva, permitiendo mirarlos y preservarlos. A través de estas imágenes, se construyen discursos tanto personales como colectivos, abiertos a la interpretación pero anclados en la veracidad del registro visual.
En última instancia, fotografiar es un acto de resistencia contra el olvido. Es transformar la experiencia individual en memoria visual colectiva, que pertenece a toda la ciudadanía en base a experiencias o espacios comunes compartidos. Ver para otros convierte al fotógrafo en guardián de la memoria, en cronista visual de aquello que merece ser recordado, preservado y transmitido a las generaciones futuras.

La fotografía, entonces, no es solo imagen: es memoria hecha visible, testimonio perpetuo, y sobre todo, una forma de ver que trasciende el presente para habitar permanentemente en la memoria colectiva de la humanidad.
Así las cosas, es para mí un honor aceptar la invitación de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, para celebrar con ellos los 40 años de su Facultad de Comunicación en este contexto tan particular. Porque al mismo tiempo mi trabajo cumple cuatro décadas de contar historias visuales para los otros.
Así que ma dará mucho gusto compartir con el público en general este esfuerzo colectivo y los espero por allá en San Luis, el próximo jueves 18 a las 6 de la tarde en el Teatro de la Paz de dicha Universidad. Habrá regalitos, libros, postales y otras novedades que a los amantes de la imagen les resultará irresistible llevarse con ellos.
Adicionalmente llevaré por primera vez una fotografía de gran formato de mi iris, que me hizo la gran Marina Morris Uruchurtu hace apenas unas semanas -para un proyecto hermoso que ella está produciendo- y que con su aval montaré en esa bella sala de San Luis Potosí. Por último, un agradecimiento especial al querido Antonio Ruíz, impresor profesional que no sólo hace todo con enorme dedicación y profesionalismo, sino que al mismo tiempo sugiere y propone piezas que van más allá del formato tradicional. Allá nos vemos la próxima semana.


